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Mes: noviembre 2008

Llega el invierno.

Madrid entero está bañado en una luz limpia, suave y engañosa, que deja paso a un frío atroz cuando cae la luz. Las calles están tan repletas de hojas muertas que el otro día me sorprendí pensando en lo largo de este otoño, que ha sido caluroso y muy particular. No sé si es el cambio climático o mi propio cambio, pero de alguna manera la percepción de las estaciones ya no es igual que antes, cuando menos en mi caso. Recuerdo veranos cálidos, felices y casi eternos, seguidos de otoños melancólicos y de fríos y oscuros inviernos: cada cosa…

Ya lo siento…

Pues sí, sí que lo siento. Los azacaneos de la vida laboral,  que no es vida, sino un deforme remedo de la misma, me han mantenido hoy lejos de la cena con mi gente, de los auténticos seres humanos que habitan mi pueblo, mi refugio favorito. Digo «mi pueblo» y digo bien, porque aunque no soy nacido allí, se trata del único lugar en el que me encuentro a mis anchas, en el que a nadie doy explicaciones y en el que nadie me las pide. He faltado a la ceremonia de los lunes, a ese encuentro con otra cara…

En marcha.

Bien. Lo primero es lo primero. De momento, creo que he dado con el título apropiado para el asunto en cuestión. Siempre me ha fascinado la salamandra, ese ser mágico y misterioso al que el fuego, según la leyenda, no puede dañar. No se puede negar que el contenido simbólico de la idea es tremendamente potente, algo que todos quisiéramos poseer: la suficiente dureza como para que ni siquiera el fuego pudiera hacernos sufrir. Sería, desde luego, una forma mucho más fácil de vivir la vida, más llevadera y suave. De cualquier manera, y por lo que a mí respecta,…

No sé si tiene mucho sentido…

Bien. Ya estamos aquí de nuevo, sin ni siquiera tener una idea clara sobre el título, por ejemplo. No sé las veces que he comenzado un blog, sin llegar a darle un mantenimiento más o menos digno… La blogosfera debe de contener por lo menos dos o tres cadáveres de mi factoría, flotando por el ciberespacio en busca de una redención que nunca va a llegar. En fin, así es la vida y así soy yo. Aquí va la primera entrega; veremos si se producen muchas más.