Cuando comiences el viaje, camarada, procura ir ligero de equipaje. El camino, que te espera con amable sonrisa, es un ser tan vivo como tú, tan hermoso y perfecto como una plegaria apasionada, un ente milagroso y magnífico que siente y padece bajo los impulsos de su propio yo. No pierdas nunca de vista sus ojos; son antiguos, comprensivos y bondadosos casi siempre, aunque algunas veces la sombra de un espectro, de un viento aullante y cálido, de un horror marchito, pueda cegar la fuente de su luz, su esencia toda. Es tu guardián, el voluntario mensajero de tantas cosas…
Escribo, luego existo.