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Mes: septiembre 2014

Onán y yo, y III

Mi definitivo distanciamiento con la cosa católica se produjo cuando dejé de ir a la misa de los domingos, auténtica castaña pilonga que nos partía la mañana por la mitad. Salvo algún cuesco fugitivo, cuya presencia captábamos a la velocidad del rayo con el consiguiente descojone, que aumentaba irremisiblemente al taparte la boca para que no te oyeran carcajearte, poco recuerdo de aquellas plúmbeas ceremonias, a las que todavía no habían incorporado las mariconaditas de las guitarras y demás inventos de los siniestros laboratorios que parían toda aquella parafernalia, aunque el oficiante ya tenía el detalle, obligado por el último…

Onán y yo, y II

 Pero eso lo supe  luego, cojones. Me refiero a que mis amigos se pajeaban, no a lo de la rebaja: en aquel malhadado asunto, aquellos tipejos eran más agarrados que un chotis, y no abrían el puño así les dieras con un martillo en el codo, los muy ruines. Resultado de mi vergonzosa ocultación de datos:  confesaba  de  modo  imperfecto, según  aquellos  cotillas que todo lo  querían    saber, y comulgaba a  continuación sin estar  preparado para el asunto en  cuestión, con lo que siguiendo  los dictados implacables de  aquella panda de cabrones y de    su dios, cometía tantos…

Finis caniculae

La noche me está mirando. Llega repleta de sonidos, de aromas. A lo lejos, los patéticos intentos de una disco móvil, o de algo peor, insultan a la tremenda quietud de la luz que agoniza suavemente frente a mi. En la cercanía, los rumores de conversaciones familiares inundan el aire: la vida estalla por doquier y nadie quiere dejar de homenajear al verano que nos deja. No se mueve una hoja, y la temperatura es francamente deliciosa, increíble de todo punto para estos días y para estos lares. Hay tan poca diferencia entre el suave calor de hace dos o…

Onán y yo, I

A la tierna edad de trece añitos, más o menos, el famoso Sátiro de Extremadura era un tío mierda, un piernas comparado con quien esto escribe. Yo ya era un pajillero ilustre, de leyenda, un hombre de respeto entre mis compañeros de afición, casi mítico. Me la pelaba con fruición, con un empeño digno de mejores causas, poniendo en aquellas divertidas maniobras tanto afán como me era  posible.  También hay que decir que yo, cuando me pongo a algo, me pongo muy en serio, y como tengo cierta facilidad para según qué cosas, acabo triunfando en multitud de tareas humanas…