Me dices, con una tristeza profunda y azulada, que sientes como si todo se derrumbase a tu alrededor, mientras una lágrima cautiva asoma a tus hermosos ojos. Me lo dices porque tienes que decírmelo, porque yo soy quien soy, y me encuentro, de repente, con un nudo en la garganta y sin palabras… Incómodo, aterrador trance, a fe mía. Alguien como yo, acostumbrado a la tertulia y a la discusión, a poner por escrito mis más estrambóticas ideas, se queda seco como un hueso, mudo como un amor que se ha ido, sin palabras, sin poder defenderse o atacar, sin…
Escribo, luego existo.