Andaba metido hasta el cuello en mi jacuzzi favorito esta mañana, dejándome acariciar por los potentes chorros de burbujas. El continuo golpeteo del agua y el agradable masaje resultante inducen, sin duda, a la meditación y al relax. Siguiendo, además, mi inveterada costumbre de huir de las multitudes, he tardado muy poco en averiguar la localización de las piscinas más tranquilas del complejo, y de los rincones menos frecuentados del mismo. Resulta francamente placentero encontrar oasis de auténtica calma cuando uno está acompañado por una turbamulta vociferante que no hace más que chupar copas de todas las clases de manera continua,…
Escribo, luego existo.