No acabo de distinguir con claridad si ayer hice el tolay o no. Lo cierto es que el corazón me dice que no fue así, y mi vieja patata suele acertar a la hora de juzgar a los hombres, pero ya sabemos lo que hay. Hemos sufrido -y sufrimos aún- tantísimo con las martingalas derivadas de la famosa crisis que nos han regalado nuestros queridos próceres, que hasta el más tonto hace relojes. Si la necesidad aguza el ingenio, excuso comentar los poderosos efectos que semejante situación puede ejercer en esa tupa de canallas y de canallitas acostumbrados a ganarse…
Escribo, luego existo.