Corría el año 1970 y Carlos Santana, el mejor guitarrista hispano de la historia en mi modesta opinión, lanzaba Abraxas, su segundo disco. Todavía tendrían que pasar ocho largos años para que cayese en mis manos. Aquel LP, junto con el Grandes Éxitos de Simon y Garfunkel, inauguró una colección de vinilos que hoy día aún resulta medianamente digna, gracias sobre todo al cariño de mi padre y a sus regalos navideños. La portada del disco de Santana fascinó de inmediato mis dieciocho años: aquella preciosa mulata, de pechos llenos, melena imposible y largas piernas, oculto su sexo por una paloma, me sedujo…
Escribo, luego existo.