El verano se nos muere a chorros. Mi estación favorita llega a su fin con esa tristeza discreta y elegante con la que inevitablemente se despiden algunas de las mejores cosas de nuestra azarosa vida. Sentimos su dolorosa brevedad, su provisionalidad, y nos prometemos erradicar ambas año tras año cuando llegan estas melancólicas fechas y pensamos en el próximo veraneo. Atrás, ya muy atrás, azulean los días luminosos de este extraño estío, que nadie sabe si ha sido ya de verdad o si no ha hecho más que servir de ensayo para la época más amable que sin duda ha…
Escribo, luego existo.