13 de junio de 2018
Desde el día 21 de febrero pasado no he vuelto a contaros nada más sobre la azarosa vida de Carlos Zúñiga, el personaje central de la obra en la que estoy trabajando. Es lógico: Carlos se ha visto arrastrado -como quien esto escribe- por el vértigo que desencadenó en mi despacho y en mi vida la publicación de mi primera novela, «Jinetes en la niebla». Ahora que las aguas parecen volver a su cauce, dejando sitio para otros proyectos, es la hora de seguir los pasos de este atípico portero de local de copas.
Merced a la colaboración del Negro Olivares y de uno de sus acólitos, Ricaldito, Zúñiga descubre dónde se oculta un personaje de crucial importancia en el desarrollo posterior de la novela, y se pone de inmediato en acción. Las circunstancias mandan y necesariamente tendrá que volver a contar con un antiguo amigo a quien ya conocemos, el policía Martín Barrientos, para poder aprovechar la vital información a la que accede. Pero nadie sabe cómo reaccionará Barrientos ante semejante petición; mucho menos el mismo Carlos.
La amenazadora presencia de un temible enemigo comienza a perfilarse en la agobiante atmósfera de un verano tórrido. Nuevos personajes aparecen en la trama, haciéndola algo más compleja y elaborada. Nuevos ambientes y localizaciones novedosas, con la ciudad como protagonista, como omnipresente telón de fondo: una criatura que vive y respira junto a las azules aguas del Mare Nostrum.
Creo que la novela va tomando velocidad en su desarrollo; como se dice ahora en el colegio, «progresa adecuadamente». Veremos, poco a poco, si la escaleta y las intenciones iniciales al empezar a escribir la obra valen para algo o no son más que simple papel mojado… los personajes siempre acaban por imponer su ley.
Sé el primero en comentar