Mañana, cerraré con cuidado la puerta de mi casa, porque el otoño es largo y húmedo y el invierno puede traer nieve. Mañana, acabaré de recoger de mala gana, con obligada premura, los cuatro trastos que aún sobreviven fuera de las insaciables fauces de mi maleta, algún libro despistado, mis gafas de sol, el cargador del teléfono. Me levantaré con prisas, sin excesivas ganas de desayunar, porque hay que abordar la carretera cuanto antes, por aquello de aliviar el tango a la mayor brevedad posible, cumplir rápido con el desagradable trámite del regreso como quien apura una copa de amargo…
Escribo, luego existo.