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Mañana

Mañana, cerraré con cuidado la puerta de mi casa, porque el otoño es largo y húmedo y el invierno puede traer nieve. Mañana, acabaré de recoger de mala gana, con obligada premura, los cuatro trastos que aún sobreviven fuera de las insaciables fauces de mi maleta, algún libro despistado, mis gafas de sol, el cargador del teléfono. Me levantaré con prisas, sin excesivas ganas de desayunar, porque hay que abordar la carretera cuanto antes, por aquello de aliviar el tango a la mayor brevedad posible, cumplir rápido con el desagradable trámite del regreso como quien apura una copa de amargo vino. Adivinaré en la lejanía que poco a poco dejará de serlo el acre aroma del asfalto, las multitudes y el zumbido insoportable que nos recibirán ansiosos para esclavizarnos durante otro año, hasta que el verano llame de nuevo a la puerta, y me invadirá imparable la desesperanza. Entretanto, en mi casa tan solo los ojos insomnes de las alarmas, esa triste imposición de la época repugnante que atravesamos, contemplarán vigilantes el suave paso del tiempo. Mi hogar de estos meses amables se encerrará por entero en sí mismo, pensativo y vacío, algo triste, mientras el paso de las estaciones oscuras ralentiza el ritmo de la naturaleza, que aprovechará la ocasión para planear despacio el próximo estallido de vida. Hasta siempre, Ávila; hasta la vista, mi querida tierra de adopción. Extrañaré tu luz, tu fiero sol y los azulados silencios de tus hermosas noches durante los largos meses del exilio.

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Publicado enGeneralVerano 2022

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