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Mi amigo Arturete

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Bon día, Arturete.

Ya me disculparás la familiaridad en el trato, pero, con franqueza, es la mejor forma de dirigirme a ti que se me ocurre. Me explico. Arturo es nombre lleno de nobles resonancias, de sueños caballerescos, de esencias de eternidad. Como podrás comprobar, nada que ver contigo. Por supuesto, en tu caso tampoco procede el don delante del nombre, porque ese es un título que hay que conquistar, muy en contra de la creencia popular, qué le vamos a hacer. De lo de “molt honorable” hablamos otro día, si no tienes inconveniente, que es que hoy me viene fatal.

De modo y manera que para dirigirme a ti me basta y me sobra con Arturete. Ya habrás notado que tiene un no se qué cariñosón y familiar, con una pizquita de pescozón bien intencionado, una llamada al redil que se emplea siempre con ese amigo tuyo que es tonto de los cojones, el pobre, y que hace bueno aquello de que cuando hay un tonto y una linde, la linde se acaba y el tonto sigue.

No puedo por menos de dirigirte estas letras amables y cordiales, aunque sobradamente sé que no me vas a hacer ni refitolero caso, hasta ahí podíamos llegar. En honor a la verdad, debo decir que te entiendo perfectamente. Al fin y al cabo, yo no soy más que un español de a pie, un ciudadano de ese país que tanto desprecias y al que intentas humillar todos los días mientras le exprimes para sacarle hasta el último céntimo, con la connivencia de los ineptos que dicen que nos gobiernan. Tú, por otra parte, ya apuntabas maneras cuando te nombraron delfín del gran tiburón blanco. Supongo que sería un motivo de orgullo para ti que el mayor sinvergüenza de la historia de España, el chorizo más atroz y repulsivo que nos ha tocado en suerte a lo largo de tantos y tantos siglos, el tipejo más miserable que ha alumbrado tu tierra, que también es la mía, te nombrase su sucesor y te enseñase con mucho cariño aquello tan guay de “Espanya ens roba”. Claro que, al final, el corolario y la frase son francamente disímiles de lo que tu santo patrón, Jorge Polluelo, predicaba. Resulta ser que el que robaba, y a manos más que llenas, era él, solo y en compañía de otros. Pero ese es otro bonito cuento catalán, sobre el que quizá charlemos más despacio otro día, Arturete.

Fíjate que con tanto rememorar esos brillantes momentos de tu trayectoria, se me ha ido el oremus; es lógico, con tanta gloria como contemplo en ti. He de confesarte que me tienes absolutamente flipado, amigo. Hay que ser una lumbrera para montar el chocho que has liado en Cataluña en tan poco tiempo, y no pensaba yo que fueras tan espabilado, la verdad. Me parecía a mi, torpe que es uno, que el gordo bisojo que parece tu sombra te iba a madrugar en cuanto se lo propusiera, pero quiá, no le ha hecho falta asediar tu cada vez más solitario castillo: tú mismo le has entregado las llaves encantado de la vida, a él y a toda la tropa independentista que le sigue, deseando prenderle fuego al resto de España para echarse unas sardanitas y atracarse de munchetas y calçots, celebrando la liberación de la magna nación catalana a golpe de botifarra.

Mientras tanto, los peperos se tiran de los pelos, los pobrecicos, porque no pillan ni pa dios, y los sociatas, como siempre, te hacen el caldo gordo por aquello de que antes que sociatas son catalanes, y porque, como todo el mundo sabe, los sociatas son gente de memoria frágil, por muy histórica o histérica que sea.

Se acerca el final del camino, Arturete, o eso parece. Después de tanto jeribeque, tanto dibujito, tanto referendo trufado de cadenas humanas y tanta hostia, pretendes pasarte por el forro a más del setenta por ciento de la población catalana, que ya te ha enseñado el dedo zezuá en más de una ocasión. Y encima tienes el hocico de afirmar que el estado central no escucha vuestras quejas  lastimeras, que no son otra cosa más que inagotables peticiones de belule, que es, al fin y a la postre, lo único que os preocupa. Que no respeta vuestro hecho diferencial, que masacra vuestro idioma  -yo sigo pensando que es un dialecto del castellano, pero, claro, qué te voy a decir yo- , que prostituye vuestra cultura, faro imprescindible de Occidente, que os estorba a la hora de abrir embajadas y que os jode el pasodoble con la vaina esa de la selección catalana de fútbol.

Así que, con tanta sordera, Arturete, os hemos fotut bien fotuts. Ya lo siento, hombre, de verdad. Pero me vas a permitir que discrepe, a pesar de que mi nacionalidad me desacredite defintivamente a la hora de opinar de lo vuestro, claro esta. Es falso de toda falsedad que el estado central no preste oídos a tus rebuznos ni a los de tus compañeros de viaje. No tienes más que pasearte por cualquier ciudad española, no catalana, y pararte a hablar de tu reino de taifas con los ciudadanos de a pie. Verás con cuánto mimo y con cuanta educación te mandan a tomar por el santísimo ojo del culo; comprobarás con qué arrobo y con qué admiración te hacen notar su cariño, ese que te has ganado a pulso con tu simpar donosura, que decía el amigo Forges. Escucharás también la pregunta que le quita el sueño a toda la parte no catalana de este chusco país, la incógnita que nos tiene fascinados: ¿por qué no nos preguntan al resto de los españoles si queremos que os vayáis a tomar por el culo más pronto que tarde? ;¿por qué es sólo decisión vuestra separaros de España?; ¿quiénes sois para arrogaros semejante derecho? O sea, que no me seas mentirosillo, amic: sí que te escuchamos en todos los demás rincones de España, y con harta devoción, palabra.

Para qué nos vamos a engañar, Arturete: nunca habéis tenido buena prensa donde realmente deberíais de haberla tenido, es decir, en vuestro propio país, España, por mucho que os joda y os acompleje. Pero es que os lo habéis ganado a pulso, os lo habéis trabajado con auténtica devoción, nois.Entre los mamoneos con los gabachos en 1641, cuando os arrodillásteis ante Luis XIII traicionando a España con su enemigo más encarnizado, las chorradas del Perico el Ceremonioso ese que no se cree nadie, el infumable Memorial de Agravios y la chifladura del pobre Companys, se os lleva viendo el plumero toda la puta vida, amiguete; al final sois, tú y tu caterva de paletos, una espina en la garganta de España, un molesto tumor que es necesario extirpar por el bien común: jamás nos habéis tragado… y mucho que temo que os pagamos con la misma moneda, claro.

Entiéndaseme bien, por favor. El catalán de a pie me parece otro español más, común y corriente en un noventa por ciento de los casos, al que se la pela toda la cosmogonia nacionalista y esos berrequeques tan graciosos que os cogéis cuando alguien se troncha de la risa ante todas vuestras mentiras. Bastante ocupado está, pobre mortal, con sobrevivir y sacar adelante a su familia en medio de la vorágine de mierda en la que vivimos. Sin duda, está orgulloso de su patria chica, y ello le honra, pero no pierde los papeles con la facilidad que queréis hacernos creer. Le jode, eso sí,sufrir continuos apagones en verano, por ejemplo, mientras os gastáis la guita en fomentar la megalomanía que os hace hervir la sesera, a golpe de inmersión lingüística y de embajadas “culturales”; le jode también que el resto del país lo flipe cuando habláis de la historia de vuestra nación, dejando a la altura del betún al Ministerio de la Verdad orwelliano; le joden, en fin, una miriada de detalles propios de ignaros como vosotros, que le hacen avergonzarse de ser lo que es  -catalán-  y provocan que salga de vuestra tierra a la defensiva, esperando una buena manta de hostias españolas al doblar cada esquina nada más abandonar Barna. Bien es cierto que afortunadamente no es así. Ahora viene cuando tengo que decir que yo tengo amigos catalanes y que son muy buena gente, como si a las magníficas personas que sin duda os sufren en su propia tierra  -que es la mía, insisto-  les hiciera falta excusarse por nacer donde nacieron. Y eso también te lo deben a ti, insigne estadista, y a otro puñado de zulúes como tú.

Hay que joderse, oye. Según voy redactando estas palabras que nunca leerás, me va apeteciendo más y más dejar de llamarte Arturete, pero la corrección política reinante y mi cara educación española e imperialista van a conseguir que no te moteje por tu auténtico nombre, siquiera sea por esta vez. Pero no te me acostumbres, majete

Bueno, noi, no te doy más la chapa, que los tíos importantes como tú andan siempre azacaneados con multitud de graves y enjundiosos asuntos. Ya me dolería que perdieras el tiempo acordándote de mis ancestros vivos y muertos, porque sé que andas muy justo de agenda y que descojonar tu país y el mío  -que son lo mismo, Arturete-  es algo trabajoso y ciertamente complejo, tarea para la que te hace falta la participación entusiasta de todos y cada uno de los esbirros de los que con tanta inteligencia has sabido rodearte. Te adoran tantísimo que harías muy bien en vigilar tu espalda, y si no, tiempo al tiempo.

Nos tienes a todos en vilo ante la próxima fecha fatídica, ante el supuesto culmen del desafío independentista. Nadie más que tú sabe si, siguiendo tu inveterada costumbre y tu falta de gónadas, te echarás atrás en el último minuto, provocando la ira y las lágrimas del gordo bisojo  -qué putada, no tienes corazón; cómo bizqueaba mientras lloraba, el pobre-  o si proclamarás la independencia de Cataluña, o de lo que quede de ella. Nos intriga sobremanera la reacción del pueblo llano en ese supuesto y, por encima de todo, la del gobierno que nos desgobierna.

No sé si es una cuestión de pelotas, porque si así fuera, con el gallego gangoso al frente, vamos tan de rasca como si del circunflejo empalagoso se tratase, claro. Habré de decirte que estoy tentado muchas veces de darte la razón, que ardo en deseos de verte esposado ante la justicia sufriendo las iras del colonialista, imperialista e hijoputoso estado español, ese que os ignora tan brutalmente. Pero por otra parte, como yo además de español soy otra cosa que tú tampoco eres,  hago votos por que esta infumable pomada que has amasado se resuelva cuanto antes y levéis anclas como la espectacular nación que sois, ya libre de las ataduras del euro, del Tratado de Schengen, de la liga española de fútbol y de la pasta del resto de los españoles, sobre todo y antes que todo. Y de paso, dejéis de insultar a diario al resto del pais de una requeteputísima vez, salao.

Mientras tanto, Arturete, sigue así que lo vas a conseguir, hermoso. Ah, y antes de despedirme, te cuento uno de catalanes que, aunque ya pasadejo, mola mucho, para que le vaciles al gordo bizcocho y le consueles cuando le dé la llorera: ¿sabes lo que dicen una docena de gambas del Delta en un plato? Fácil; “soms una raçió”…

Molt bé, noi, molt bé, y zin acritú.

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