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Promesa cumplida.

IMG_2807Pues andaba cavilando un poco sobre lo inevitable que resulta formular nuevos y edificantes propósitos para el año entrante, según esa costumbre que desde muy pequeños se nos ha venido inculcando, y ello a pesar de las fechas en las que ya nos encontramos, algo alejadas ya de la infumable parafernalia navideña. Supuestamente, con el renuevo de todas las cosas que el siguiente año trae bajo sus alas, llega el momento más adecuado para repasar la propia vida armado con las mejores intenciones y dispuesto siempre a pulir y a mejorar nuestra particular andadura sobre este planeta. Nada más y nada menos.

Dejar de fumar, matricularse en un gimnasio, ser más ordenado, más cordial y sincero…  La colección de zarandajas, de mentiras piadosas y de auténticas estupideces parece no tener final… y lo cierto y verdad es que no lo tiene; si así no fuera, ¿por qué se repiten las mismas promesas, las mismas metas, año tras año? Naturalmente, son simples utopías, es decir, metas inalcanzables por naturaleza, definición y sistema. Pueden ayudarnos a enderezar el rumbo, a encaminar nuestros pasos hacia el lugar que deseamos,  pero jamás llegaremos a cumplirlas, como resulta de rigor siendo lo que son. ¿Resultado? En mi personal experiencia, la  misma sensación de fracaso año tras año, al comprobar que, nuevamente, hemos vuelto a sentir el amargo sabor de la derrota al no ser capaces de acercarnos, siquiera sea levemente, a nuestro objetivo.

Sí, se me objetará que la mía no es una postura muy inteligente, que la vida es combate, que hay que intentar mejorar día a día y toda esa batería de argumentos que vienen tan a mano, que nos llenan tanto la boca y nos hinchan tanto el pecho cuando hay que abrumar al otro con consejos que no ha pedido. Además, y muy posiblemente, tenga la objeción más razón de ser y más sentido que la opinión que intenta refutar, no lo pongo en duda. Pero dado que estoy hasta los santísimos de encontrarme todos los días un montón de buenas intenciones en estado catatónico o ya francamente cadavérico sobre mi mesa de despacho, hecho que me produce una singular tristeza, he decidido formular, para este año entrante, el Propósito Primero, Primigenio, Original e Irrenunciable, que Pienso Cumplir: se han acabado definitivamente ese tipo de promesas en mi vida, para siempre y del todo.

Ya no fumo y apenas bebo, pero, si pudiera, seguiría haciendo ambas cosas, que me reportaban una buena dosis de satisfacción y de alegría; seguiría  -y seguiré-  saliendo de juerga tantas veces y tan seguido como pueda; comeré, beberé y bailaré tanto como me apetezca y me aguante el cuerpo; admiraré y reconoceré la belleza femenina allá donde la contemple, sin miramiento alguno, a tumba abierta;  está clarísimo que solamente aquellas costumbres , tachadas de «malas» y de «perjudiciales» por mucho mojigato alma de cántaro, y que pueden acabar por destruirnos, son las que mejor se nos dan, más felices nos hacen y con más facilidad se siguen, aunque ahora se refieran a ellas como «políticamente incorrectas». No pienso privarme de nada ni corregir uno sólo de mis muchos defectos, simple y llanamente porque no me creo el falso acto de contricción que precede a cada Nochevieja, porque ya no tengo edad para seguir engañándome con según qué tipo de bobaliconas afirmaciones, diseñadas para estas fechas, y porque no me queda más remedio que quererme un poco tal y como soy, vista mi ontológica incapacidad para alcanzar nuevos objetivos. Si a estas alturas de mi particular película no me gusto un tanto, apaga y vámonos.

El infame Georgie Bush, uno de los tipos más estúpidos de la reciente historia de la Humanidad, intentó controlar los frecuentes incendios que se producían en Alaska por el simple expediente de talar todos los árboles… o, al menos, eso dice la leyenda que rodea a semejante impresentable. Me atemoriza un  tanto parecerme a este ejemplar, pero la causa me parece tan  noble y el motivo tan justificado, que creo que asumiré el riesgo que mi único propósito pare el resto de mis días comporta.

De esta manera, espero minimizar los zarpazos del arrepentimiento, y del sentimiento de culpabilidad que lo precede. Bastante tenemos ya con lo que tenemos como para andar corrigiendo y aumentando el sufrimiento cotidiano. En adelante, me conformaré con ser lo que soy, un simple mortal lleno de defectos y de desilusiones, pero sin añadir más leña al fuego, que ya abrasa sobradamente a este servidor de ustedes.

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2 comentarios

  1. santiago santiago

    Cuídate. Ya sabes que las manzanas no te sientan bien. Me alegra saber de ti. Un abrazo. Santiago Perea

    • Otro abrazo fuerte para ti, querido amigo. Tranquilo; pienso dar mucha guerra aún. Mariano

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