«El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza» André Maurois Enfrentarse a la propia finitud puede resultar aterrador, tremendamente impactante. Es tener la total certeza, experimentada en carne propia, de que, pese a nosotros, todo tiene un final ineludible, que puede visitarnos sin previo aviso por muy luminoso y bello que sea el día, por romántica que sea la noche. Es convencerse, casi de golpe y porrazo, por la fuerza de los hechos, de que todo cuanto hemos venido escuchando hasta ese momento sobre la dama oscura y sus circunstancias, resulta de perfecta aplicación a nuestro propio…
Escribo, luego existo.