Hoy es día de pago. La anciana que me cuida, la vieja enfermera que veo continuamente y que no me quiere dar el alta, va a venir enseguida con alguna de sus cochambrosas facturas. Las hace en sucios papelajos cuadriculados, más que arrugados, en los que anota los gastos que voy causando con una letra pequeña, rasguñando el papel con un viejo bolígrafo de tinta azul. Con pulso débil, llena la hoja de trazos finos y alargados como patas de araña. Pero no hay problema alguno. Aunque mi pareja no puede venir a buscarme, porque no la dejan entrar estos…
Escribo, luego existo.