Bien. Lo primero es lo primero. De momento, creo que he dado con el título apropiado para el asunto en cuestión. Siempre me ha fascinado la salamandra, ese ser mágico y misterioso al que el fuego, según la leyenda, no puede dañar. No se puede negar que el contenido simbólico de la idea es tremendamente potente, algo que todos quisiéramos poseer: la suficiente dureza como para que ni siquiera el fuego pudiera hacernos sufrir. Sería, desde luego, una forma mucho más fácil de vivir la vida, más llevadera y suave. De cualquier manera, y por lo que a mí respecta,…
Escribo, luego existo.